miércoles, 19 de marzo de 2014

Cinturón Negro (Kuro obi - 黒帯)

En el uso habitual solemos decir cosas como, llegué a cinturón negro. El uso del verbo es sugestivo porque indica que tras años de práctica –en ciertos casos, muchos años de práctica- hemos logrado hacer algo así como llegar a una meta; al fin lo logramos, llegamos a obtener el tan preciado trofeo: un cinturón. Un cinturón que no es cualquiera, es el más oscuro de todos, el que 
nos va a acompañar por el resto de la vida.


Estimo, sin embargo, que ver en una graduación un punto de llegada es un error y puede traer algunos inconvenientes. El primero es abandonar la práctica. Si mi motivación durante muchos años fue alcanzar el cinturón negro, una vez logrado el objetivo, ya no hay nada más y, terminada la búsqueda, nos alejamos de la práctica. Eso quizás explica por qué muchos Sho dan abandonan la práctica. Cumplieron con el objetivo, alcanzaron la meta: llegaron a cinturón negro. 

El cinturón negro, muy por el contrario, no es un punto de llegada sino más bien un punto de arranque. Todo empieza ahí; en ese momento surgen las grandes preguntas, las preguntas acerca del sentido de la práctica. Como dice un Sensei, debe trascenderse la práctica, ver lo que hay más allá de la técnica, de los golpes y tomar todo eso como una herramienta que nos permite alcanzar otro tipo de desarrollo. No voy a detenerme en esto último porque entiendo que esa búsqueda es individual (guiada pero individual); cada uno debe formularse las preguntas y encontrar sus respuestas. Sólo me interesa aquí dejar en claro que lo importante, más allá de la graduación, 
es lo que ella representa, lo que nos pasa por dentro, lo que experimentamos y vivenciamos. Lo importante de la práctica del karate (y de la práctica de todas las artes marciales) es, sin temor a exagerar, que nos hace mejores personas.

Finalmente, no quiero dejar de agradecer a todos los que, de una u otra manera, me han enseñado y ayudado a lo largo de éste camino: a mis compañeros de práctica diaria, al Nelson Catalan Sempai, a Juan Alvarez Perez Jun Shidoin (quien además es un hermano de la vida), a Matías Izaguirre Jokyo , a Andrés Avila Kioshi Shihan (gracias a su esfuerzo diario se ha extendido la IKGA) y, principalmente, a mi maestro Walter Floxo Jokyo, con quien tengo una deuda eterna. A todos ellos y a toda la familia IKGA, mi más sentido agradecimiento.

Ariel Dottori. 
Sempai.

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